28 julio 2005

Miraba la lluvia desde la ventana de mi cuarto. Acostado en mi cama con un almohadón gigante para mantenerme en posición erguida y poder contemplar el panorama. Los autos pasaban a poca velocidad, ya que el aguacero no daba piedad a la tierra seca y cuarteada que había estado esperando su llegada desde hace ya, más de un mes.
Martes 13 de Julio, ya hacía 4 meses que estaba así.
Ese día tenía poca fiebre. El reloj del Oso Barney marcaba las 9 y cuarto de la mañana.
Y entonces la ví. Pasaba por allí. La niña más hermosa. La silueta más bella en la que mis ojos se habían posado. Parecía un ángel caído, una estrella brillante en medio de la noche azul,... Caminaba con su paragüas de Minnie, sus botas amarillas, chapoteando, y de la mano de su mamá. Tal vez dirijiéndose a la escuela. ¨-Debe ser nueva¨, pensé. ¨-Y yo acá. No voy a poder conocerla hasta mejorarme. Quizás mañana, o pasado, o tal vez nunca. No puede ser... tengo que conocerla hoy.¨
Escuché el timbre en mi puerta, y encontré la posibilidad para poder escapar a la atención de mi mamá.
Tomé mis pantalones azules, el gorro de lana, el buzo de Looney Tunes, mis botas celestes y el piloto amarillo con el escudo de Batman. Abrí la ventana y salté a la vereda. Corrí las 4 cuadras hasta el colegio. Ya estaban formando para izar la bandera. La busqué con desespero. Buscaba ese paragüas, esas botas, esa sonrisa pintada, esos ojos como luceros. Pero no la pude encontrar.
¨-Debe ir al colegio de la otra cuadra¨, pensé. Salí corriendo y comencé a sentir el cuerpo caliente. Me agitaba mucho con cada nuevo paso. Los chicos ya había entrado a las aulas... me quedé sin consuelo. Volví caminando a casa. Apenas podía respirar, la fiebre debería estar subiendo a gran velocidad. Entré a mi cuarto por donde había salido. Me cambié, me acosté en la cama exhausto. Escuché la puerta abrirse... Mi mamá con el desayuno: ¨-Te traje las vainillas dormilón... cómo amaneciste?¨. Me tocó la frente, me miró a los ojos y encontré en los suyos una mirada aterradora... dejó caer la bandeja y corrió abajo... Mis párpados pesaban, la vista se nublaba... Y entró..., era Ella, la niña de mis sueños, esos ojos esa boca, esa sonrisa celestial... Se acercó a mi cama, extendió su mano y tomó la mía. -¨Vamos¨- me dijo, ya es hora. Comencé a sentirme mejor, más vivo, más liviano, floté y volé..., y todo fue luz. Ahora soy feliz de verdad.